Hacia
un Bicentenario en justicia y solidaridad
(2010-2016)
Documento de la
96ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal
Argentina
(Pilar, 14 de noviembre de 2008)
1. Los Obispos de
la
Argentina, nos dirigimos a todos nuestros hermanos que
habitan esta bendita tierra. Les escribimos desde nuestra fe como discípulos y
misioneros de Jesucristo, "rostro humano de Dios y rostro divino del hombre"
(1), porque "la misión del
anuncio de la Buena
Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato
de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas,
todos los ambientes y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar
extraño. La
Iglesia sabe, por revelación de Dios y por la experiencia de la
fe, que Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a
las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad,
la felicidad, la justicia y la belleza. Son las inquietudes que están arraigadas
en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de la cultura de los
pueblos. Por eso, todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura
humana viene de Dios y clama por Dios".(2)
Aportes para una nueva
Nación
2. Muchos signos nos
hacen pensar que está por nacer un país nuevo, aunque todavía no acaba de tomar
forma. En los últimos años, gracias al diálogo, hemos vivido aprendizajes
cívicos importantes. De manera institucional, logramos salir de una de las
crisis más complejas de nuestra historia. Elegimos la no-violencia y se
establecieron programas específicos para el cuidado de los más débiles. La
experiencia histórica nos ha demostrado que por el camino de la controversia se
profundizan los conflictos, perjudicando especialmente a los más pobres y
excluidos.
3.
A partir de las crisis vividas,
ya nadie cuestiona la necesidad de un Estado activo, transparente, eficaz y
eficiente. Crecimos en la promoción de los derechos humanos, aunque todavía
debemos avanzar en su concepción integral, que abarque a la persona humana en
todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte natural (3). También maduramos en la
aceptación del pluralismo, que nos enriquece como sociedad, aunque todavía
persisten resabios de antiguas intolerancias.
4. Por otro lado, hemos
tomado conciencia que no hay democracia estable sin una sana economía y una
justa distribución de los bienes (4), aunque entre todos debemos
seguir trabajando a fin de hacerla realidad y que no quede sólo en una consigna
o en un plano teórico o meramente emotivo (5). Asimismo, reconocemos la
importancia estratégica de la educación, de la producción y del desarrollo
local, de la urgencia de generar trabajo y de la necesidad de recobrar la
auténtica cultura de la laboriosidad.
5. Con vistas al
Bicentenario 2010-2016, creemos que existe la capacidad para proyectar, como
prioridad nacional, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de
todos. Anhelamos poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social.
Estar a la altura de este desafío histórico, depende de cada uno de argentinos.
"La gran deuda de los argentinos es la deuda social. Podemos preguntarnos si
estamos dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla. ¿No deberíamos
acordar entre todos que esa deuda social, que no admite postergación, sea la
prioridad fundamental de nuestro quehacer?" (6). No se trata solamente de un
problema económico o estadístico. Es, primariamente, un problema moral que nos
afecta en nuestra dignidad más esencial y requiere que nos decidamos a un mayor
compromiso ciudadano. Pero sólo habrá logros estables por el camino del diálogo
y del consenso a favor del bien común, si tenemos particularmente en cuenta a
nuestros hermanos más pobres y excluidos.
6. Precisamente porque
estamos alentando al diálogo, no pretendemos ofrecer una propuesta exhaustiva y
detallada para resolver los problemas actuales del país. Más bien expresamos la
necesidad de buscar acuerdos básicos y duraderos, mediante un diálogo que
incluya a todos los argentinos. Tampoco queremos caer en reduccionismos y
simplificaciones sobre cuestiones que requieren el aporte de muchos, y valoramos
como un don la pluralidad de miradas sobre la cuestión social y política. No
obstante, como hombres de fe y pastores de la Iglesia, hacemos nuestros aportes
sabiendo que "la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a
la auténtica liberación cristiana" (7). Por eso nos animamos a
compartir nuestros anhelos y preocupaciones.
La
celebración del Bicentenario (2010-2016)
7.
El 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto de Buenos Aires expresó el primer
grito de libertad para nuestra patria. El 9 de julio de 1816, los representantes
de las Provincias Unidas en Sud América se reunieron en la ciudad de San Miguel
de Tucumán y declararon la independencia nacional. Estamos agradecidos por
nuestro país y por las personas que lo forjaron, y recordamos la presencia de
la Iglesia en
aquellos momentos fundacionales.
8. Cuando se celebró el
primer Centenario de estos grandes acontecimientos, nuestra Nación aparecía en
el concierto de los pueblos como una tierra promisoria y acogedora. Hoy, en
vísperas de la celebración del Bicentenario, la realidad y el ánimo no son
iguales. "Nos sentimos heridos y agobiados... Pero queremos ser Nación, una
Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien
común". (8)
9.
Desde los inicios de nuestra comunidad nacional, aun antes de la emancipación,
los valores cristianos impregnaron la vida pública. Esos valores se unieron a la
sabiduría de los pueblos originarios y se enriquecieron con las sucesivas
inmigraciones. Así se formó la compleja cultura que nos caracteriza. Es
necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el
pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar
hacia adelante sin tener en cuenta el camino recorrido y honrar lo bueno de la
propia historia.
10. En nuestra cultura
prevalecen valores fundamentales como la fe, la amistad, el amor por la vida, la
búsqueda del respeto a la dignidad del varón y la mujer, el espíritu de
libertad, la solidaridad, el interés por los pertinentes reclamos ante la
justicia, la educación de los hijos, el aprecio por la familia, el amor a la
tierra, la sensibilidad hacia el medio ambiente, y ese ingenio popular que no
baja los brazos para resolver solidariamente las situaciones duras de la vida
cotidiana (9). Estos valores tienen su
origen en Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos sobre los cuales podemos
avanzar hacia un nuevo proyecto de Nación, que haga posible un justo y solidario
desarrollo de la
Argentina.
Juntos
para un nuevo proyecto de país
11. Acercándonos al
Bicentenario, recordamos que nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra
libertad, como un regalo que debemos cuidar y perfeccionar. Podremos crecer
sanamente como Nación si reafirmamos nuestra identidad común. En esta búsqueda
del bienestar de todos, necesitamos dar pasos importantes para el desarrollo
integral. Pero cuando priman intereses particulares sobre el bien común, o
cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la justicia, se
menoscaba la dignidad de las personas, e indefectiblemente crece la pobreza en
sus diversas manifestaciones.
12. No obstante, nuestra
mirada es esperanzada. "Los cristianos somos portadores de buenas noticias para
la humanidad y no profetas de desventuras" (10). Creemos estar ante una
oportunidad única. Podemos aprovecharla, privilegiando la construcción del bien
común, o malgastarla con nuestros intereses egoístas y posturas intransigentes
que nos fragmentan y dividen.
13. ¿Por qué hablar de un
proyecto de país? Hay una opinión generalizada sobre la necesidad de
establecer políticas públicas que, tomando como fundamento nuestra Constitución
Nacional, propicien un desarrollo federal, sano y armónico de la Argentina. Esta no
es una preocupación nueva. Forma parte del pensamiento y del servicio histórico
de la Iglesia:
"no hay democracia posible sin una leal convergencia de aspiraciones e intereses
entre todos los sectores de la vida política con miras a armonizar el bien
común, el bien sectorial y el bien personal, buscando una fórmula de convivencia
y desarrollo de la pluralidad dentro de la unidad de objetivos fundamentales"
(11).
14. No es realista
pretender un proyecto definitivamente estable, que no requiera ulteriores
modificaciones, porque las necesidades cambiantes exigirán las debidas
adaptaciones. Pero es indispensable procurar consensos fundamentales que se
conviertan en referencias constantes para la vida de la Nación, y puedan subsistir más allá de
los cambios de gobierno.
15. Desde ellos, se
deberían institucionalizar las necesarias políticas públicas para el
crecimiento de toda la comunidad. Instalarlas requiere la participación y el
compromiso de los ciudadanos, ya que se trata de decisiones que no deben ser
impuestas por un grupo, sino asumidas por cada uno, mediante el camino del
diálogo sincero, respetuoso y abierto. Nadie puede pensar que el
engrandecimiento del país sea fruto del crecimiento de un solo sector, aislado
del resto.
Un nuevo acuerdo
sobre políticas públicas
16. Como muchas veces
hemos dicho, el diálogo es esencial en la vida de toda familia y de cualquier
construcción comunitaria. El que acepta este camino amplía sus
perspectivas. Gracias a la opinión constructiva del otro, descubre nuevos
aspectos y dimensiones de la realidad, que no alcanzaría a reconocer en el
aislamiento y la obstinación.
17. Necesitamos aceptar
que toda democracia padece momentos de conflictividad. En esas situaciones
complejas, alimentar la confrontación puede parecer el camino más fácil. Pero el
modo más sabio y oportuno de prevenirlas y abordarlas es procurar consensos a
través del diálogo.
18. Sólo el diálogo hará
posible concretar los nuevos acuerdos para proyectar el futuro del país y un
país con futuro. Ello es fundamental en este tiempo, donde la crisis de la
economía global implica el riesgo de un nuevo crecimiento de la inequidad, que
nos exige tomar conciencia sobre la "dimensión social y política del problema
de la pobreza" (12). En este sentido, la
promoción de políticas públicas es una nueva forma de opción por nuestros
hermanos más pobres y excluidos. Ratificar y potenciar la opción del amor
preferencial por los pobres (13) que brota de nuestra fe en
Jesucristo (14), "requiere que socorramos las
necesidades urgentes y al mismo tiempo que colaboremos con otros organismos e
instituciones para organizar estructuras más justas. Igualmente se requieren
nuevas estructuras que promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan
la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los
necesarios consensos sociales" (15). Creemos que estamos ante un
momento oportuno para promover entre todos un auténtico acuerdo sobre políticas
públicas de desarrollo integral.
19. Pero nunca llegaremos
a la capacidad de dialogar sin una sincera reconciliación. Se requiere renovar
una confianza mutua que no excluya la verdad y la justicia. Las heridas abiertas
en nuestra historia, de las cuales también nos sentimos responsables, pueden
cicatrizar si evitamos las parcialidades. Porque mientras haya desconfianzas,
éstas impedirán crecer y avanzar, aunque las propuestas que se hagan sean
técnicamente buenas. Todos debemos ser co-responsables de la construcción del
bien común. Por ello, hay que sumar en lugar de restar. Importa cicatrizar las
heridas, evitar las concepciones que nos dividen entre puros e impuros, y
no alentar nuevas exasperaciones y polarizaciones (16), para no desviarnos del gran
objetivo: contribuir a erradicar la pobreza y la exclusión. Por eso, soñamos con
un Bicentenario de la reconciliación y de la unidad de los
argentinos.
¿Qué
estilo de liderazgo necesitamos hoy?
20. En este tiempo
necesitamos tomar conciencia de que "los cristianos, como discípulos y
misioneros de Jesucristo, estamos llamados a contemplar, en los rostros
sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en
ellos" (17). Para nosotros, este es el
verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad: servir a Cristo,
sirviendo a nuestros hermanos.
21. En un cambio de
época, caracterizado por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto
sociales y políticos, como religiosos y culturales, es bueno tener presente esta
concepción del poder como servicio. Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En
un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito
político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes
católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con
sus convicciones éticas y religiosas (18).
22. Por eso, es
fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al
prójimo y al bien común. (19) Todo líder, para llegar a ser
un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo. El testimonio personal,
como expresión de coherencia y ejemplaridad hace al crecimiento de una
comunidad. Necesitamos generar un liderazgo con capacidad de promover el
desarrollo integral de la persona y de la sociedad (20). No habrá cambios profundos
si no renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del
servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y
político. El verdadero liderazgo supera la omnipotencia del poder y no se
conforma con la mera gestión de las urgencias. Recordemos algunos valores
propios de los auténticos líderes: la integridad moral, la amplitud de miras, el
compromiso concreto por el bien de todos, la capacidad de escucha, el interés
por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento
atento de los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida.
23. Alentamos a los
líderes de las organizaciones de la sociedad a participar en "la reorientación y
consiguiente rehabilitación ética de la política" (21). Les pedimos que se esfuercen
por ser nuevos dirigentes, más aptos, más sensibles al bien común, y capacitados
para la renovación de nuestras instituciones (22). También queremos reconocer
con gratitud a quienes luchan por vivir con fidelidad a sus principios. Y a los
educadores, comunicadores sociales, profesionales, técnicos, científicos y
académicos, que se esfuerzan por promover una concepción integral de la persona
humana. A todos ellos, les pedimos que no bajen los brazos, que reafirmen su
dignidad y su vocación de servicio constructivo. Uno de los mayores desafíos de
nuestro tiempo es recuperar el valor de toda sana militancia.
Nuevas
angustias que nos desafían
24. En el actual cambio
de época, emerge una nueva cuestión social. Aunque siempre tuvimos dificultades,
hoy han surgido formas inéditas de pobreza y exclusión (23). Se trata de esclavitudes
modernas que desafían de un modo nuevo a la creatividad, la participación y la
organización del compromiso cristiano y ciudadano. Como señala el Documento de
Aparecida, hoy los excluidos no son solamente "explotados" sino que han llegado
a ser "sobrantes y desechables" (24). La persona humana nunca puede
ser instrumento de proyectos de carácter económico, social o político (25). Por ello, ante todo queremos
reafirmar que nuestro criterio de priorización será siempre la persona humana,
que ha recibido de Dios mismo una incomparable e inalienable dignidad (26). La Iglesia quiere ser servidora de la
"dignidad infinita" de cada persona (27) y de todos los seres humanos.
Ello nos lleva a "contemplar los nuevos rostros de quienes sufren" (28).
25. La nueva cuestión
social, abarca tanto las situaciones de exclusión económica como las vidas
humanas que no encuentran sentido y ya no pueden reconocer la belleza de la
existencia. "Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con
el mundo y con Dios" (29). Los nuevos fenómenos "a
menudo afectan a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero
expuestos a la desesperación del sin sentido de la vida, a la insidia de la
droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a
la discriminación social" (30). Ello se manifiesta, por
ejemplo, en el crecimiento del individualismo y en el debilitamiento de los
vínculos personales y comunitarios (31). Nos preocupan especialmente
las graves carencias afectivas y emocionales (32). Contemplamos un gran anhelo
de encontrar razones para la existencia (33). La deuda social es también
una deuda existencial de crisis del sentido de la vida: "se puede legítimamente
pensar que la suerte de la humanidad está en manos de quienes sepan dar razones
para vivir" (34). Ello nos debería interpelar
a todos e invitarnos a discernir y promover nuevos vínculos de pertenencia y
convivencia y nuevos estilos de vida más fraternos y solidarios.
26. Además, la situación
actual del país y de la economía global nos demuestra que el desarrollo no se
limita al simple crecimiento económico (35). Reconocemos una recuperación
en la reducción de los niveles de pobreza e indigencia después de la crisis de
2001-2002. Pero también es verdad que no se ha logrado reducir sustancialmente
el grado de la inequidad social. Junto a una mejora en los índices de desempleo,
el flagelo del trabajo informal sigue siendo un escollo agobiante para la real
promoción de millones de argentinos.
27. Es grave la situación
de la educación en nuestra patria. Constituye un bien público prioritario muy
deteriorado, tanto por los magros resultados en el aspecto instructivo como en
la ausencia de un horizonte trascendente de la misma. Nos hallamos ante una
profunda emergencia educativa que, en caso de no revertirse con inteligencia y
celeridad, gravitará negativamente en el porvenir de las jóvenes
generaciones.
28. Nos preocupa la
subsistencia del gravísimo problema del endeudamiento del Estado. Los pagos de
la deuda externa constituyen un rubro estructural del gasto público y
condicionan gravemente los esfuerzos que debieran realizarse para saldar la
deuda social.
29. Lamentablemente no se
ha podido erradicar un histórico clima de corrupción. Tampoco el mal del
clientelismo político, alimentado por la distribución de subsidios que no
siempre llegan a los que menos tienen. En muchos casos continúa la
marginación de los aborígenes y de los inmigrantes pobres. Es
particularmente preocupante la situación de los adolescentes y jóvenes que no
estudian ni trabajan, a los que la pobreza les dificulta el desarrollo integral
de sus capacidades, quedando a merced de propuestas fáciles o escapistas. Es
escandaloso el creciente consumo de drogas que hace estragos cada vez a más
temprana edad. En todo el país se ha multiplicado la oferta del juego. La
población se ve afectada por la violencia y la inseguridad que se manifiestan de
variadas maneras.
30. En tiempos recientes,
especialmente en la crisis de la última década, hubo numerosas iniciativas en
diversos sectores de la sociedad, cuya experiencia puede ayudar a la
construcción de un nuevo proyecto de país. Se propusieron variados temas en
orden al desarrollo integral de todos y a la superación de los males de nuestra
Nación. En particular recordamos la inmensa tarea iniciada en aquellos días por
las mesas del Diálogo Argentino. Pero hoy, especialmente en medio de la actual
crisis de la economía global, una vez más necesitamos discernir los caminos para
superar las nuevas angustias que nos desafían. Debemos enfrentar estos desafíos
confiando en las reservas morales y en los profundos valores que son el sustento
de nuestra convivencia, porque la falta de verdad despierta profunda
desconfianza y termina dañando el tejido social.
Metas a alcanzar
a la luz del Bicentenario
31. Los dramas que hemos
descrito y que afectan fundamentalmente a los más desprotegidos, están
íntimamente relacionados con profundas carencias morales y estructurales.
Por eso, a la luz del principio de la dignidad inviolable de cada ser
humano y de una concepción integral de la persona, nos parece imperioso
proponer, con vistas al Bicentenario de la Nación, algunas metas que estimamos
prioritarias para la construcción del bien común:
32. Recuperar el
respeto por la familia y por la vida en todas sus formas. Todo lo dicho será
siempre provisorio y frágil, sin una educación y una legislación que transmitan
una profunda convicción moral sobre el valor de cada vida humana. Nos
referimos a la vida de cada persona en todas sus etapas, desde la concepción
hasta la muerte natural. Especialmente pensamos en la vida de los excluidos e
indefensos. También en la vida de las familias, lugar afectivo en el que se
generan los valores comunitarios más sólidos y se aprende a amar y a ser amado.
Allí se ilumina la vida afectiva privada y promueve el compromiso adulto con la
vida pública y el bien común. Alentamos a las familias a participar y
organizarse como protagonistas de la vida social, política y económica (36).
33. Avanzar en la
reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo. Una amistad
social que incluya a todos, es el punto de partida para proyectarnos como
comunidad, desafío que no hemos logrado construir en el transcurso de nuestra
vida nacional. "Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los
gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e
integración" (37).
34. Alentar el paso de
habitantes a ciudadanos responsables. El habitante hace uso de
la Nación,
busca beneficios y sólo exige derechos. El ciudadano construye la Nación, porque además de
exigir sus derechos, cumple sus deberes (38). Hay una carencia importante
de participación de la ciudadanía como agente de transformación de la vida
social, económica y política. Los argentinos hemos perdido el miedo a la defensa
de nuestros derechos, pero la participación ciudadana es mucho más que eso. El
verdadero ciudadano intenta cumplir todos los deberes derivados de la vida en
sociedad.
35. Fortalecer las
instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad.
Aunque a veces lo perdamos de vista, la calidad de vida de las personas está
fuertemente vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución, cuyo
deficiente funcionamiento produce un alto costo social.
Resulta imprescindible
asegurar la independencia del poder judicial respecto del poder político y la
plena vigencia de la división de los poderes republicanos en el seno de la
democracia. La calidad institucional es el camino más seguro para lograr la
inclusión social. Asimismo, debemos fortalecer a las organizaciones de la
sociedad.
36. Mejorar el sistema
político y la calidad de la democracia. Es imperioso dar pasos para
concretar la indispensable y tan reclamada reforma política. También para
afianzar la orgánica vitalidad de los diversos partidos y para formar nuevos
dirigentes, reconociendo que las estructuras nuevas no producirán cambios
significativos y estables sin dirigentes renovados, forjados en el aprecio y el
ejercicio constante de los valores sociales. Sobre todo, es imprescindible
lograr que toda la ciudadanía pueda tener una mayor participación en la solución
de los problemas, para que así se supere el recurso al reclamo esporádico y
agresivo y se puedan encauzar propuestas más creativas y permanentes. De
este modo construiremos una democracia no sólo formal, sino real y
participativa.
37. Afianzar la educación
y el trabajo como claves del desarrollo y de la justa distribución de los
bienes. Urge otorgar capital
importancia a la educación como bien público prioritario, que genere inclusión
social y promueva el cuidado de la vida, el amor, la solidaridad, la
participación, la convivencia, el desarrollo integral y la paz. Una tenaz
educación en valores y una formación para el trabajo, unidas a claras políticas
activas, generadoras de trabajos dignos, será capaz de superar el
asistencialismo desordenado, que termina generando dependencias dañinas y
desigualdad.
38. Implementar
políticas agroindustriales para un desarrollo integral. Es necesario
concretar un programa agropecuario y agroindustrial a nivel nacional, que
integre en la vida del país todo lo que está vinculado a nuestra tierra. Cabe
apreciar la histórica importancia del campo en el crecimiento de nuestra
sociedad y, a su vez, incorporar todos los avances tecnológicos con pleno
respeto del medio ambiente. Por otra parte, se ha de alentar el desarrollo de
las comunidades de los pueblos originarios y de las familias minifundistas,
favoreciendo el derecho a la propiedad de la tierra que habitan y trabajan. Es
prioritario apoyar la investigación y la inclusión científica y tecnológica de
los diversos sectores en favor de las personas y de la sociedad.
39.
Promover el
federalismo, que supone la necesaria y
justa autonomía de las Provincias y sus Municipios con relación al poder
central, no sólo referida al gobierno de esas jurisdicciones sino también a la
coparticipación de los recursos. Esta autonomía entraña la promoción de las
economías regionales y la igualdad en las condiciones de vida, y también
el acceso a las libertades y derechos, especialmente en lo que respecta a la
educación, a la salud, al trabajo y a la vivienda digna.
40. Profundizar la
integración en la
Región. En estos tiempos que vivimos es tarea prioritaria
revalorizar la integración regional, por ejemplo en el MERCOSUR, y también
global, en el contexto de la creciente interdependencia de las naciones,
conscientes que "los retrasos en la integración tienden a profundizar la pobreza
y las desigualdades" (39).
Conclusión
41. Les hemos escrito
estas reflexiones con espíritu constructivo, sin dejar de interrogarnos sobre
nuestras propias responsabilidades. Lo hacemos desde la fe en Jesucristo "que es
la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas
sobre la verdad, la justicia y la belleza" (40). Tenemos siempre presente al
Señor Jesús, que se angustió hasta las lágrimas cuando algunos en su tierra no
aceptaban el mensaje de paz que él les ofrecía (41). Le pedimos que los
argentinos, todos juntos, podamos hacer de esta bendita tierra una gran Nación
justa y solidaria, abierta al Continente e integrada en el mundo. Nos acogemos a
María Santísima, nuestra querida Madre de Luján, para que ofrezca esta sentida
súplica a Aquel que es "el Camino, la Verdad y la Vida" (42).
CEA,
96ª Asamblea
Plenaria
El Cenáculo - la Montonera
(Pilar),
14 de noviembre de
2008
Siglas
y abreviatura de los documentos citados
Documentos
del Magisterio
ChL
Juan Pablo
II, Exhortación apostólica Christifideles
Laici
GS
Constitución pastoral Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano
II
PP
Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio
SRS
Juan Pablo II, Encíclica Solicitudo Rei Socialis
NMI
Juan Pablo II, Carta apostólica Novo Millennio
Ineunte
EA
Juan Pablo II, Exhortación apostólica Ecclesia in
America
DI
Benedicto XVI, Discurso Inaugural en la V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano
DA
Documento Conclusivo de Aparecida
CDSI
Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia
Documentos de
la Conferencia
Episcopal Argentina
ICN
Iglesia y Comunidad Nacional
NMA
Navega Mar Adentro
Notas
(1)
EA
67
(2)
DA
380
(3)
CDSI,
154
(4)
ICN,
129
(5)
DA,
397.
(6)
CEA,
"Afrontar con grandeza nuestra situación actual", 80° Asamblea Plenaria, 11de
noviembre de 2000
(7)
DI, 3
(8)
Conferencia
Episcopal Argentina, Oración por la Patria, 2001
(9)
ICN, 197; NMA
28
(10)
DA,
30
(11)
ICN,
127
(12)
CDSI,
184
(13)
DA, 396
(14)
Cf. DI, 3;
DA, 393-394
(15)
DA,
384.
(16)
DA,
534
(17)
DA,
393
(18)
DI,
4
(19)
ChL, 42;
CDSI, 410.
(20)
Cf DA,
394
(21)
DA,
403a
(22)
CEA,
"Afrontar con grandeza nuestra situación actual", 80ª Asamblea Plenaria, 11de
noviembre de 2000
(23)
SRS
15
(24)
DA
65
(25)
CDSI,
133
(26)
CDSI
105
(27)
DA
388
(28)
Cf DA,
65
(29)
DA
44
(30)
NMI
50
(31)
DA,
44
(32)
DA,
444
(33)
DA,
53
(34)
GS,
31
(35)
PP
14
(36)
CDSI
246-249
(37)
DA
535
(38)
CEA,
"La Doctrina
Social de la Iglesia. Una luz para
reconstruir la
Nación", 90ª Asamblea Plenaria, 11 de noviembre
2005
(39)
DA,
528
(40)
DA,
380
(41)
Lc
19,42
(42)
Cf Jn
14,6